"Si más no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra Independencia, de nuestra integridad y de nuestro honor, es porque más no hemos podido" - JUAN MANUEL DE ROSAS

lunes, 15 de febrero de 2010

Actividades del Mes de Febrero de 2010

Acto por el 175° Aniversario del Asesinato del Brig. Gral. Juan Facundo Quiroga
16 de Febrero de 2010, 16hs de la tarde, Bóveda Familiar Quiroga-Demarchi, Cementerio de la Recoleta, Capital Federal.

El día 16 DE FEBRERO próximo, la Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga realizará el debido acto en memoria del asesinato del caudillo riojano, ocurrido en Barranca Yaco, Córdoba, el 16 de febrero de 1835, a manos de una partida de sicarios al mando del Cap. Santos Perez.
Por tal, invitamos a TODOS a participar del mismo, a realizarse el PRÓXIMO MARTES 16 DE FEBRERO DE 2010, EN LA BÓVEDA FAMILIAR QUIROGA-DEMARCHI, A LA ENTRADA DEL CEMENTERIO DE LA RECOLETA, EN EL HORARIO DE 16:30hs.El acto contará con las disertaciones del Sr. Juan Martín Grillo -Coordinador General de la Comisión-, el Lic. Nicolás Carrizo -Presidente- y del Dr. Alberto Gelly Cantilo -Presidente a cargo del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-.Esperamos contar con la presencia y el concurso de todos.

Saludos cordiales,

Lic. Nicolás Carrizo, Presidente
Sr. Juan Martín Grillo, Coordinador General

miércoles, 13 de enero de 2010

El Pensamiento Político de Juan Manuel de Rosas (2da entrega): El Pacto Federal del 04 de enero de 1831

A 179 años de la firma del Pacto Federal -gestionado por el entonces gobernador de Corrientes, Dr. Pedro Ferré, por absoluto encargo de don Juan Manuel de Rosas- me parece justo y necesario retransmitir a todos Uds. esta pieza de importantísimo valor para la historia constitucional argentina.
Agradezco este material a la gentileza de don Leonardo Castagnino, quien ha tenido el relevante mérito de contribuir a la reivindicación de la figura del Ilustre Restaurador de las Leyes con su página web LA GAZETA FEDERAL y, ahora, con la publicación de su libro "JUAN MANUEL DE ROSAS: SOMBRAS Y VERDADES", del cual se extrae el presente documento...

PACTO FEDERAL - 4 de enero de 1831*

Deseando los Gobernadores de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos estrechar cada vez más los vínculos que felizmente los unen y, creyendo que así reclaman sus intereses particulares y los de la República han nombrado para este fin sus respectivos diputados, a saber: el Gobierno de Santa Fe, el señor D. Domingo Cullen; el de Buenos Aires, al Sr. D. José María Rojas y Patrón, y el de Entre Ríos, al Sr. D. Antonio Crespo. Quienes después de haber canjeado sus respectivos poderes, que se hallaron extendidos en buena y debida forma; y teniendo presente el tratado preliminar celebrado en la ciudad de Santa fe el 23 de febrero último entre los Gobiernos de dicha provincia y la de Corrientes; teniendo también presente la invitación que con fecha 24 del expresado mes de febrero hizo el Gobierno de Santa Fe al de Buenos Aires, y la convención preliminar ajustada en Buenos Aires el 23 de marzo del año anterior entre los Gobiernos de esta provincia y la de Corrientes, asi como el tratado celebrado el 3 de mayo último en la capital de Entre Ríos entre su Gobierno, y el de Corrientes; y finalmente, considerando que la mayor parte de los pueblos de la República, ha proclamado del modo más libre y espontáneo la forma de gobierno federal, han convenido en los artículos siguientes:

Artículo 1°) Los Gobiernos de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos ratifican y declaran en su vigor y fuerza los tratados anteriores celebrados entre los mismos Gobiernos en la parte que estipulan la paz firme, amistad y unión estrecha y permanente, reconociendo recíprocamente su libertad, independencia y derechos.

Artículo 2°) Las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos se obligan a resistir cualquier invasión extranjera que se haga, bien sea en el territorio de cada una de las tres provincias contratantes o de cualquiera de las otras que componen el Estado argentino.

Artículo 3°) Las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos se ligan y constituyen en alianza ofensiva y defensiva contra toda agresión o preparación de parte de cualquiera de las demás provincias de la República (lo que Dios no permita), que amenace la integridad e independencia de sus respectivos territorios.

Artículo 4°) Se comprometen a no oir ni hacer proposiciones ni celebrar tratado alguno particular una provincia por si sola con otra de las litorales ni con ningún otro Gobierno sin previo avenimiento expreso de las demás provincias que forman la presente federación.

Artículo 5°) Se obligan a no rehusar su consentimiento expreso para cualquier tratado que alguna de las tres provincias litorales quiera celebrar con otra de ellas o de las demás que pertenecen a la República, siempre que tal tratado no perjudique a otra de las mismas tres provincias o a los intereses generales de ellas o de toda la República.

Artículo 6°) Se obligan también a no permitir que persona alguna de su territorio ofenda a cualquiera de las otras dos provincias o a sus respectivos Gobiernos y a guardar la mejor armonía posible con todos los Gobiernos amigos.

Artículo 7°) Prometen no dar asilo a ningún criminal que se acoja a una de ellas huyendo de las otras dos por delito, cualquiera que sea, y ponerlo a disposición del Gobierno respectivo que lo reclame como tal. Entendiéndose que el presente artículo sólo regirá con respecto a los que se hagan criminales después de la ratificación y publicación de este tratado.

Artículo 8°) Los habitantes de las tres provincias litorales gozarán recíprocamente la franqueza y seguridad de entrar y transitar con su buque y cargas en todos los puertos, ríos y territorios de cada una, ejerciendo en ellas su industria con la misma libertad, justicia y protección que los naturales de la provincia en que residan, bien sea permanente o accidentalmente.

Artículo 9°) Los frutos y efectos de cualquier especie que se importen o exporten del territorio o puertos de una provincia a otra por agua o por tierra, no pagarán más derechos que si fuesen importados por los naturales de la provincia, adonde o de donde se exportan o importan.

Artículo 10°) - No se concederá en una provincia derecho, gracia, privilegio u exención a las personas y propiedades de los naturales de ella que no conceda a los de las otras dos.

Artículo 11°) Teniendo presente que alguna de las provincias contratantes ha determinado por ley que nadie pueda ejercer en ella la primera magistratura sino sus hijos respectivamente, se exceptúa dicho caso y otros de igual naturaleza que fueren establecidos por leyes especiales. Entendiéndose que en caso de hacerse por una provincia alguna excepción ha de extenderse a los naturales y propiedades de las otras dos aliadas.

Artículo 12°) Cualquier provincia de la República que quiera entrar en la Liga que forman las litorales será admitida con arreglo a lo que establece la segunda base del artículo primero de la citada convención preliminar celebrada en Santa fe a veintitrés de febrero del precedente año, ejecutándose este acto con el expreso y unánime consentimiento de cada una de las demás provincias federadas.

Artículo 13°) Si llegare el caso de ser atacada la libertad e independencia de alguna de las tres provincias litorales por alguna otra de las que no entran al presente en la federación, o por otro cualquier poder extraño, la auxiliarán las otras dos provincias litorales, con cuantos recursos y elementos estén en la esfera de su poder, según la clase de la invasión, procurando que las tropas que envíen las provincias auxiliares sean bien vestidas, armadas y municionadas, y que marchen con sus respectivos jefes y oficiales. Se acordará por separado la suma de dinero con que para este caso deba contribuir cada provincia.

Artículo 14°) Las fuerzas terrestres o marítimas, que según el artículo anterior se envíen en auxilio de la provincia invadida, deberán obrar con sujeción al Gobierno de ésta, mientras pisen su territorio y naveguen sus ríos en clase de auxiliares.

Artículo 15°) Interín dure el presente estado de cosas, y mientras no se establezca la paz pública de todas las provincias de la República, residirá en la capital de Santa fe una comisión compuesta de un diputado por cada una de las tres provincias litorales, cuya denominación será «Comisión representativa de los Gobiernos, de las provincias litorales de la República Argentina», cuyos diputados podrán ser removidos al arbitrio de sus respectivos Gobiernos, cuando lo juzguen conveniente, nombrando otros inmediatamente en su lugar.

Artículo 16°) Las atribuciones de esta comisión serán:

Primera: Celebrar tratados de paz a nombre de las expresadas tres provincias, conforme a las instrucciones que cada uno de los diputados tenga de su respectivo Gobierno y con la calidad de someter dichos tratados a la ratificación de cada una de las tres provincias.

Segunda: Hacer declaración de guerra contra cualquier otro poder a nombre de las tres provincias litorales, toda vez que éstas estén acordes en que se haga tal declaración.

Tercera: Ordenar se levante el ejército en caso de guerra ofensiva y defensiva y nombrar el general que deba mandarlo.

Cuarta: Determinar el contingente de tropas con que cada una de las provincias aliadas deba contribuir conforme al tenor del artículo 13.

Quinta: Invitar a todas las demás provincias de la República, cuando estén en plena libertad y tranquilidad, a reunirse en federación con las litorales y a que por medio de un Congreso general federativo se arregle la administración general del país bajo el sistema federal, su comercio interior y exterior, su navegación, el cobro y distribución de las rentas generales, y el pago de la deuda de la República, consultando del mejor modo posible la seguridad, y engrandecimiento general de la República, su crédito interior y exterior, y la soberanía, libertad e independencia de cada una de las provincias.

Artículo 17°) El presente tratado deberá ser ratificado a los tres días por el Gobierno de Santa Fe, a los seis días por el de Entre Ríos y a los treinta, por el Gobierno de Buenos Aires.Dado en la ciudad de Santa Fe, a cuatro del mes de enero del año de Nuestro Señor mil ochocientos treinta y uno.

(Fdo.):Domingo CULLEN
José María ROXAS y PATRÓN
Antonio CRESPO

*Extraído de CASTAGNINO, LEONARDO: "JUAN MANUEL DE ROSAS: SOMBRAS Y VERDADES (Recopilación Histórica)"; FABRO, año 2009; págs. 111/114

miércoles, 23 de diciembre de 2009

El primer Revisionista: don Adolfo Saldías

Adolfo Saldías: el Padre del Revisionismo Argentino
Por el Prof. y Dr. Julio Ramón Otaño

Nació en Buenos Aires, el 6 de septiembre de 1849.
Se recibió de abogado en 1875 y realizó su tesis sobre el tema del Matrimonio civil. Comenzó a actuar en política a través del popular Partido Autonomista de Buenos Aires, liderado por
Adolfo Alsina, enfrentado a Bartolomé Mitre, junto con Aristóbulo del Valle, Leandro Alem y Bernardo de Irigoyen, entre otras personalidades con las que formará en el futuro la Unión Cívica Radical.
Al subir Roca al poder, se cumplían casi treinta años de la caída de Rosas y hacía tres que el Restaurador había muerto en Southampton. Sólo los que andaban arriba de los cuarenta podían recordar de primera mano su gobierno. En ese treintenio se impuso dentro de la enseñanza un cuadro negativo de dicha etapa histórica, sobre la que todos parecían estar de acuerdo.
La Historia de Domínguez impuso el tono, que sólo se modificó para cargar las tintas en los posteriores libros de López, Es­trada y Pelliza.
En cuanto a Mitre, si bien no escribió espe­cíficamente sobre Rosas, su actitud y su modo de pensar no diferían para nada de aquéllos, a los que apoyaba con su autoridad.
Sería en 1881, y a través de la pluma de un joven de treinta y un años de familia unitaria, que Rosas entraría de lleno en la historiografía bajo una nueva luz, mucho más histórica en estructura.
En ese año Adolfo Saldías publicó el primer tomo de su “Historia de Rosas”, basado en enorme caudal de documentos y en un riguroso método heurístico.
Prácticamente sin an­tecedentes, la autoría de este libro lo consagró, no sólo en su tiempo, sino en la posteridad. Como señala Julio Irazusta: "Aunque dejó muchos escritos y publicó antes de morir una obra de aliento, Adolfo Saldías ha quedado como el hombre de un solo libro: su Historia de Rosas. Y este hecho es tan­to más significativo cuanto que nada, en los antecedentes del autor, permitía esperar esa armonía entre el escritor y su tema de la que surge, por lo general, la obra maestra".
Con la aparición del tercer tomo en 1887, quedó com­pletado el trabajo de Saldías sobre el Restaurador. En las primeras páginas afirmaba: "... estoy habituado a ver cómo se derrumban en mi espíritu las tradiciones fundadas en la palabra autoritaria que, atando el porvenir al presente, echan al cuello de las generaciones un dogal inventado por el demonio del atraso. Pienso que aceptar sin beneficio de in­ventario la herencia política y social de los que nos prece­dieron, es vivir de prestado a la sombra de una quietud que revela impotencia. La prédica de los odios constituye, por otra parte, un verdadero peligro para el porvenir de las ideas, cuyo desenvolvimiento retarda, lanzando en senderos extra­viados a la juventud, en vez de iniciarla en la experiencia saludable de la libertad, o en las lecciones moralizadoras que presentan los propios infortunios políticos". Y termina con estas palabras: "He escrito lo que tengo por verdad a la luz de los documentos, y lo que pienso que es conveniente se sepa para ejemplo y experiencia".
Tan pronto como apareció la obra, Saldías se apresuró a enviarle un ejemplar al venerado maestro, Bartolomé Mitre, del que era irreductible adversario político, pero al que ad­miraba intelectualmente sin retaceos.
Esperaba la palabra crítica pero alentadora que consagrara su largo trabajo.
Lo que recibió fue un baldazo de agua fría, con el balde incluido.
La carta de don Bartolo lleva fecba 5 de octubre de 1887, y comienza con un verdadero elogio: "He pasado parte del día y casi toda la noche leyéndolo", lo cual, teniendo en cuenta las 920 páginas del grueso volumen, es casi un aplauso ce­rrado.
Pero de inmediato venía el descuento: "Es un libro que debo recibir y recibo, como una espada que se ofrece galantemente por la empuñadura; pero es un arma del adver­sario en el campo de la lucha pasada, y aun presente, si bien más noble que el quebrado puñal de la mazorca que simboli­zaría, por cuanto es un producto de la inteligencia".
Y con­testando al prólogo de la obra, le descarga: "Si por tradi­ciones partidistas entiende usted mi fidelidad a los nobles principios porque he combatido toda mi vida, y que creo haber contribuido a hacer triunfar en la medida de mis fa­cultades, debo declararle que conscientemente los guardo, como guardo los nobles odios contra el crimen que me animaron en la lucha".Ya estaba todo dicho.
Como señala Irazusta, la actitud de Mitre "asombra por su voluntad de incomprensión".
En esa carta, rapsodia a la intolerancia, está ausente el historia­dor.
Sólo habla el irreductible político que se niega a bajar las banderas de guerra.
No hay una sola crítica a la heurís­tica, ni una palabra sobre el método, no se rebate un solo punto, no se discute nada, es pura y simplemente un ¡NO! cerrado.
Saldías no intentó polemizar con Mitre, ni disminuyó su respeto hacia el que consideraba maestro indiscutido.
Cuan­do en 1892 reeditó el trabajo, le cambió el nombre, en lo que algunos quieren ver una concesión al ambiente poco propicio a la reivindicación de Rosas; de ese modo el libro pasó a lla­marse “Historia de la Confederación Argentina”.
La actitud de Saldías la explica Irazusta: "No fue por ninguna razón subalterna que don Adolfo prodigó en libros posteriores sus elogios (matizados con discretas reservas) al vencedor de Pavón y organizador de la nación reunifícada; sino por firme convicción. Su silencio ante las censuras del maestro respon­dían al respeto, pero también al hecho de que compartía con Mitre, más que con el caudillo por él historiado, el pensa­miento de fondo sobre la realidad nacional".
Lo cual es perfectamente exacto. Saldías era un liberal neto, cuyas diferencias con Mitre podrían ser de matiz, pero no de fondo.
Por ello, si destaca con vigor la acción política externa de Juan Manuel de Rosas, su defensa de la soberanía y su gallardo enfrentamiento con Francia e Inglaterra; si es el primer historiador que, al decir de Ricardo Rojas, intro­duce la simpatía federal en la historiografía nacional y al mismo tiempo intenta comprender a las masas del Interior y sus caudillos, nada de lo anterior disminuye en un ápice su admiración por Rivadavia y los unitarios, a los que empalma con don Juan Manuel en un mismo plano de elogio y respeto.
En ello Saldías es canónicamente liberal.
Aparte el valor intrínseco de la obra, Saldías alcanzó un notable éxito de público por la agilidad y vigor del estilo li­terario.
Señala Irazusta: "... el arte de la composición, más importante para la gran literatura que el don del estilo, Saldías lo poseía en un grado extraordinario. En él radica el secreto de su éxito, porque es lo que más ayuda a hacerse leer". Pero además Saldías tenía estilo, un estilo que luego perdió en libros posteriores, cuya prosa fría y precisa,, im­personal, hace echar de menos el picante sabor de la Historia de la Confederación”.
Tras la andanada de Mitre había callado La Nación; calló también el Quijote, callaron todos. El joven promisorio de 1877 era el fracasado de 1887.
Debieran serle un gran consuelo las cartas entusiasmadas de Manuelita escritas con sus trémulas manos de anciana: "Realmente esa obra es ¡colosal! Estamos leyendo el primer tomo, yo en alta voz para que mi pobre Máximo no pierda el hilo, la comprenda bien y no fatigue su cabeza. Las verídicas referencias a los antecedentes y hechos gloriosos de mi finado padre, bien me han conmovido" le escribe desde Londres. O el apoyo efusivo del viejo coronel Prudencio Arnold de Rosario, el aliento de Antonino Reyes desde Montevideo o la simpatía con que Bernardo de Irigoyen le hablaba, en su salón privado (pintado de rojo punzó), del extraordinario valor histórico de su libro, y el más extraordinario coraje de su autor al editarlo.
Nadie comentaba en público el Rosas, pero desaparecía de los anaqueles.
Al año de ponerse a la venta el tercer tomo, ya no quedaba un solo ejemplar. ¿Éxito genuino o maniobra de algunos para hacerlo desaparecer?
Lentamente se iba conociendo la verdad sobre Rosas; Pero el mayor efecto de la Historia de la Confederación se producía fuera del país. Aquí resultaba difícil romper la barrera de intereses que impedía conocer o juzgar al pasado. Saldías tuvo un éxito completo y perdurable. En sus páginas comprendió la verdad el mejicano Carlos Pereyra, que inicia su Rosas y Thiers con esta frase apoyada en el libro de Saldías: "A Rosas no se lo ha historiado ; se lo ha novelado. Y se lo ha novelado en folletín. Otros hombres públicos odiados y maldecidos, han tenido la fortuna de no merecer en tan alto grado la atención preferente de las comadres de ambos sexos, amantes de explicarlo todo por la fístula".
Saldías participó activamente en la
Revolución del 90 y fue uno de los primeros en entrar al Parque de Artillería, junto a Leandro Alem, siendo detenido y desterrado a Uruguay.
Uno de los fundadores de la
Unión Cívica Radical en 1891, volvió a ser parte de una insurrección armada en la Revolución de 1893, siendo nuevamente detenido, encarcelado en Ushuaia y nuevamente desterrado a Uruguay.
En
1898 fue Ministro de Obras Públicas y en 1902 Vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires, acompañando a Bernardo de Irigoyen.
Falleció en
La Paz, Bolivia el 17 de octubre de 1914. Su Obra es Inmortal.

Bibliografía:

Irazusta, Julio “Adolfo Saldías”
Rosa, José María “Historia Argentina”
Scenna, Miguel Angel “Los que escribieron nuestra Historia”

lunes, 14 de diciembre de 2009

Invitación Especial: Presentación del Libro: "ROSAS, SOMBRAS Y VERDADES" de Leonardo Castagnino

Los que conformamos el equipo de El Restaurador de las Leyes, invitamos a todos a la presentación de este libro

Discurso pronunciado por Juan Martín Grillo en el Acto de 220° Aniversario del Natalicio de Juan Facundo Quiroga -La Recoleta 27 de noviembre de 2009-

El Tigre y la Montonera*
por Juan Martín Grillo

Amanecía el día con fuertes vientos aquel 27 de noviembre de 1789 en San Antonio de Los Llanos, Provincia de La Rioja. Era, sin embargo, un viento diferente el que se perfilaba, como cambiando algo.
Vaya a saber si es que era acaso el hedor de los cuerpos marchitos que venían de la Europa, ya que por entonces los franceses derrocaban al “Antiguo Régimen”. Eran vientos de Revolución los que se colaron en Los Llanos. Y como será que así fue que por esas horas nacía el caudillo.
Ya se podrían escuchar muchas cosas zumbando en el aire, además del viento.
Con el niño en brazos, seguro que don Prudencio sintió lo que años más tarde experimentaría toda esta tierra: sintió que tras los ojos del chango clareaban las batallas; sintió que en sus cortos cabellos se ocultaban melenas de justicia; sintió que tras Juan Facundo Quiroga cabalgaba la Montonera.
Pero… Que era todo eso? Que eran esos aires de triunfo, pasión, honor, derrota y leyenda que se enfrascaban en los destinos de ese niño? Que era lo que el Tata Dios le tenía deparao’ a Facundo?
Como h’ai de ser la historia que el niño se convirtió al cabo de tres décadas en el Gral. Quiroga, el “Tigre de Los Llanos”, defensor de los pueblos del interior, espada de la Religión y la Fe Católica, ardid del Federalismo y máximo sostén de Unidad Nacional.
Naide lo atajó jamás al “Tigre” Quiroga. Naide como él manejando la takuara. Naide como él a la hora de talonear un “Moro” y largarse chijando a la Pampa. Quiroga era la Montonera.
La tierra sintió entonces el paso de Facundo. Ya fuere en “El Tala”, en “Rincón”, en “La Tablada” u “Oncativo”, el “Tigre” seguía entreverándose con fe. Solo lo movía una divisa: “FEDERACION O MUERTE”. O se hace la Patria como “los pueblos quieran” o no hay nada. Quiroga era el gaucho, el negro, el paisanito, el orillero, el indio. Era el Llano y la Montaña.
De La Rioja hasta el desierto, de la Cordillera hasta el Plata, Facundo Quiroga marcó con su paso todos los territorios del país. Y siempre, junto a él, su Montonera.
Tuito quedó truncao’ en Barranca Yaco. Ahijuna con los Santos Pérez y los Reinafé!!! La pucha digo de los maulas que se atrevieron a descabezar a un Pueblo libre, justo y soberano como el argentino.
Y ese 16 de febrero de 1835 pareció –aún nos parece- que la Montonera se detuvo. De golpe, los bravos “capiangos” espolearon de arrebato sus “fletes” y rumbearon pa’ las entrañas de la tierra.
La Montonera no cabalgó más.
Aura, aquí postrada la Patria, aquí reunidos nosotros, estremeciendo los recuerdos, la pido a Ud. General Quiroga que vuelva a agitar la bandera de “RELIGIÓN O MUERTE”; le pido Gral., en nombre de sus paisanos, que vuelvan a espolearse los fletes y que se afilen las takuaras; le suplico General a Ud. que interceda pa’ con el Tata Dios y que a los argentinos les llegue algo de aquella justicia que los traidores nos negaron; le pido mi General que nos quite las cadenas con que nos han vuelto a esclavizar; le imploro mi General que vuelva a rugir “el Tigre” y la Montonera. Que vuelva la Montonera mi General!!! Los que aquí estamos podemos no ser esos bravos “capiangos” que en otra vida juimos, pero verdad h’ai de ser que somos verdaderos patriotas que amamos como Ud. a esta tierra. Se precisa, créame mi Gral., otra vez la Montonera.
Como sello a esta plegaria, mi Gral., es que le digo lo que dijieron de Ud. los puetas: “La carne puede morir, pero Facundo jamás; habitará eternamente donde arda la llama de la libertad”. No afloje mi Gral. Todo el pueblo espera ver al “Tigre” cabalgar una vez más. Cabalgue Ud. y la Montonera lo seguirá!!!

VIVA JUAN FACUNDO QUIROGA!!! VIVA EL TIGRE DE LOS LLANOS!!! RELION O MUERTE!!! FEDERACIÓN O MUERTE!!! VIVA LA PATRIA!!!

*Discurso pronunciado por el Coodinador General de la Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga, Sr. Juan Martín Grillo, en ocasión del Acto por el 220° Aniversario del Natalicio del Gral. Quiroga, llevado a cabo en el Cementario de La Recoleta, en la Bóveda Familiar de la Familia Quiroga-Demarchi, el 27 de noviembre de 2009.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Actividades del Mes de Noviembre

La Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga invita a Uds. a las siguientes actividades:

ACTO 220° DEL NATALICIO DEL GENERAL JUAN FACUNDO QUIROGA

Viernes 27 de Noviembre de 2009: Bóveda de la Familia Quiroga-Demarchi (Cementerio de La Recoleta) a las 16:30hs

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ACTO 164° ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE LA VUELTA DE OBLIGADO (DÍA DE LA SOBERANÍA NACIONAL)

Viernes 20 de Noviembre de 2009: Pie del Monumento a Juan Manuel de Rosas, sito en Plaza Int. Seeber, Palermo (Av. Gral Sarmiento y Libertador) a las 16:30hs

164° Aniversario de la Batalla de la Vuelta de Obligado (20-11-1845)

“El Himno de Obligado”
Por José Luis Muñoz Azpiri (h)

Cuando sonó el primer cañonazo enemigo, Mansilla bajó el brazo derecho y cerró de un golpe el catalejo. Todo estaba consumado. El crimen era un hecho. La cuarta guerra exterior del país comenzaba. El héroe alzó el brazo de nuevo, dio la señal convenida y el Himno Nacional Argentino estalló en la barranca. La primera bala francesa dio en el corazón de la patria.
La segunda bala francesa cayó sobre el Himno. El canto nacía indeciso en el fondo de las trincheras excavadas entre los talas, trepaba resuelto por los merlones de tierra, se deslizaba ágil por las explanadas de las baterías, corría animoso por los claros de grama esmaltados de verbenas, se animaba con furia animal en el monte de espinillos, y ascendía estentóreo y salvaje, en el aire de oro de la mañana de estío. Allí, hecho viento, transformado en ráfaga heroica, ganaba la pampa, el mar, la selva, el desierto, la estepa y la cordillera y uniendo de un extremo al otro del país la voz de júbilo con la de protesta, la de la imprecación con la del entusiasmo cívico, creaba un clamor de alegría y borrasca, incomparable y único.
La voz clara y sonora de Mansilla acaudillaba los ritmos heroicos. El eco pasaba de una garganta a la otra; partía de los pechos de acero que amurallaban la patria y se confundía y entrechocaba sobre los muros de las baterías. Las notas prorrumpían de los bronces y tambores majestuosamente, con corrección inigualable, como en un día de parada. La banda del Batallón 1º de Patricios de Buenos Aires, que ejecutaba el himno al frente del regimiento inmortal, solo encontraba extraño en esta formación de tropas que, en vez de ser un jefe, fuese la Muerte quien pasara revista. Lo demás era lo acostumbrado desde los tiempos de Saavedra y la trenza con cintas. La hueste asistía impecable a la inspección, en tanto la metralla francesa e inglesa llovía sobre las filas sonoras y abría claros en la música y el verso.
Los huecos se cubrían con premura y renacía la estrofa, redoblada y heroica. Cada voz sustituta centuplicaba la fuerza del canto. La oda se había constituido en una marejada incontenible de estruendo y de furia.
Toda la barranca ardía en delirio con las voces. Cantaban los artilleros, los infantes, los marineros, los jinetes, los jefes, los oficiales y los soldados, los veteranos de cien encuentros y los novicios que por primera vez, olían la sangre y la muerte. La misma tierra quería hendirse para cantar. Parecía pedir la voz de todos los pájaros para acompañar en el canto a quienes la amparaban hasta morir abrazados sobre ella, crucificados sobre su amor, dándole a beber generosamente de su propia sangre. Cantaban allí los camaradas de aquellos que custodiaba en su seno, y que murieron defendiendo su pureza criolla en los campos, sobre los ríos y las montañas, en los páramos frígidos y a la sombra de los montes de naranjos donde dormían cálidamente, bajo la lluvia votiva del azahar.
Los viejos patricios de Buenos Aires, los capitanes que cruzaron la cordillera con el Intendente de Cuyo y libertaron los países que se recuestan sobre un mar donde se pone el sol, los oficiales que habían combatido contra el Imperio del Brasil, destrozando a lanzazos los cuadros terribles de la infantería mercenaria austríaca, los marineros de camiseta rayada, cubiertos de cicatrices, que habían cañoneado y abordado naves temibles al mando del Almirante, en el río y en el mar, luchando en proporción de uno a veinte con la mecha o el sable en el puño, todos los que habían hecho la patria y no deseaban vida que no se dedicase a sostenerla, se hallaban allí y cantaban religiosamente, con la mirada arrasada y el corazón desbordante de ternura por los recuerdos, la canción que hablaba de cadenas rotas, de un país que se conturba por gritos de venganza, de guerra y furor, de fieras que quieren devorar pueblos limpios, de pechos decididos que oponen fuerte muro a tigres sedientos de sangre, de hijos que renovaban luchando el antiguo esplendor de la patria y de un consenso de la libertad que decía al pueblo argentino : ¡Salud! La canción era seguida por juramentos de morir con gloria y el deseo que fueran eternos los laureles conseguidos.
Jamás resonó canción como aquella. Los que habían conseguido los laureles pedían frente a la muerte que fueran eternos, los que vivían coronados por la gloria adquirida luchando con el fusil, el sable o el cañón, a pie, a caballo o sobre el puente de una nave, en defensa de su Nación, juraban morir gloriosamente si la vida debía comprarse al precio del decoro y el valor.
Los proyectiles franceses e ingleses caían ahora sobre la protesta, el desafío o la muerte, el orgullo y la voluntad. La voz, engrosada y magnificada por el eco, había recorrido de una frontera a otra de la tierra invadida, y retornaba al lugar de su nacimiento para recobrar vigor y lanzarse esta vez hacia el frente, en procura de los agresores. Descendía presurosa por la barranca, corría sobre la playa de arena, alcazaba la orilla del río, volaba sobre el espejo del agua y se lanzaba al abordaje sobre los invasores, repitiendo un asalto sorpresivo y desenfrenado. Trepaba por las cuadernas de las quillas, se encaramaba por las bordas, hacía esfuerzos desesperados por amordazar los cañones de 80 milímetros, de 64, de 32, las cien bocas que vomitaban fuego sobre las baterías de menor alcance, lograba poner el pie en las cubiertas, brincaba a lo puentes donde se hallaban, condecorados y magníficos, Tréhouart, el capitán de la Real Marina Francesa y el Honorable Hothan, de la armada de Su Majestad, con uniformes de gala, cubiertos de entorchados, dirigiendo con el catalejo el bombardeo implacable e impune; ascendía por los obenques a las gavias y las cofas y giraba sobre las arboladuras lanzando un grito recio y retumbante. Luego descendía sobre el río y soplaba en el mar, y a través de las olas, cabalgando sobre el agua y la espuma, pisaba la tierra desde donde las naves habían partido y se retorcía en remolinos briosos y épicos en busca de oídos para requerir, demostrar, probar, retar y herir.
La canción aludía a los derechos sagrados del hombre y el ciudadano, a los principios de igualdad política y social, al respeto por la propiedad ajena, a la soberanía de la Nación, a la obligación de cada ciudadano de respetar la ley, a la libre expresión de la voluntad popular, al respeto de las opiniones y creencias ajenas, a la abolición de los obstáculos que impiden la libertad y la igualdad de los derechos. La voz hablaba de la injusticia de la metralla, y ésta, tal como si hubiera interpretado la protesta del canto, hería ahora el seno de la voz, en acto obstinado, buscando rabiosamente el corazón de la canción.
Los defensores eran ya los árbitros de la batalla. El enemigo había entendido la voz y comprendía que el triunfo pertenecía, por derecho propio, al atacado, cualquiera fuera el desenlace de la acción. Ya no significaba nada vencer en el encuentro y cobrar el botín de la conquista para conducirlo a la tierra donde estallarían aclamaciones y vítores junto a los arcos de triunfo. El adversario cantaba estoico frente a la muerte; cantaba vivamente, alegremente, enhiesto e impasible, sin responder al fuego, como queriendo demostrar que era más importante terminar con aquel canto, antes que defender la vida y resguardar la defensa del paso. Los cañones de 80 golpeaban el vacío, asesinaban la nada; las granadas explosivas no acallaban la música ni podían matar la poesía. La lucha era imposible: ¡Si al menos los defensores hubieran dejado de cantar!...
Cuando la voz dejó de escucharse hasta en su último eco, Mansilla recogió de nuevo el catalejo, tomó la espada, y alzando el brazo nuevamente, dio orden de iniciar el fuego contra las naves. La barranca ardió en llamas y comenzó el cañoneo que se sostendría por espacio de ocho horas…Pero la hazaña principal estaba cumplida, con el Himno entonado frente al adversario y que escucharían después los siglos. La música de los cañones sólo componía el acompañamiento de este canto. El héroe había legado a la patria su tesoro más puro de heroísmo, de exaltación emocional y de pasión patriótica: el Himno ganaba de paso, igualmente, la batalla de la Vuelta de Obligado